Las asambleas generales son momentos cruciales para la gobernanza de nuestro movimiento. La asamblea general de una entidad de Amnistía es una reunión formal de la membresía que brinda la oportunidad de revisar el desempeño que ha tenido la organización el año anterior, especialmente los asuntos económicos de la organización y los avances hacia las metas de cambio en materia de derechos humanos. En muchos países en los que Amnistía cuenta con una entidad nacional, celebrar asambleas generales es obligatorio para cumplir la legislación nacional. A nivel del movimiento, la asamblea general de Amnistía Internacional es la Asamblea Global, lo que antes era la Reunión del Consejo Internacional. La asamblea general es un momento clave para debatir y analizar la estrategia de la entidad y sus planes para el futuro, y también es cuando se elige a los nuevos miembros de la junta directiva.

En las entidades de Amnistía, las asambleas generales se celebran cada uno o dos años. Este importante acontecimiento en la vida institucional de las entidades de Amnistía es fundamental para nuestros valores como movimiento de personas, democrático y centrado en nuestra misión. Lograr la implicación y el compromiso de la membresía en la asamblea general es fundamental para que Amnistía Internacional como movimiento global pueda rendirle cuentas y recibir sus orientaciones clave.

En nuestro movimiento existen muchas formas diferentes de organizar las asambleas generales, pero todas ellas tienen en común que se rigen por las Normas Básicas. Las Normas Básicas siguientes mantienen la diversidad en la organización de las asambleas generales del movimiento, pero describen los criterios mínimos que todas ellas deben cumplir:

 
 

A partir de las Normas Básicas, las entidades de Amnistía organizan sus asambleas generales de muchas maneras diferentes, teniendo en cuenta la cultura organizativa y las normas culturales de diálogo y toma de decisiones en grupo. Para planificar los aspectos logísticos de la asamblea general, muchas entidades de Amnistía se plantean las siguientes preguntas con el fin de organizar el acto de la mejor manera posible:

Estas preguntas de logística son tan importantes para organizar una buena asamblea general como las preguntas que se deben plantear al preparar el programa de trabajo. A continuación se detallan cuatro dimensiones a considerar a la hora de elaborar el programa de trabajo. Podemos conseguir algunos cambios abordando sólo una dimensión, pero el cambio es mayor si cada una de las cuatro se examina cuidadosamente en relación con las demás.

Primera dimensión: ¿Quién participa?

Debemos asegurarnos de que en la asamblea general están presentes las personas y los puntos de vista adecuados para analizar detenidamente las cuestiones en el marco de un debate abierto y bien informado. Teniendo en cuenta el compromiso de Amnistía con la diversidad, tenemos la responsabilidad de garantizar que las personas y las voces de nuestras asambleas generales representan la riqueza de nuestras bases de apoyo, y en concreto las de las personas por quienes trabajamos y las de quienes tienen conocimiento directo o se ven afectadas por las cuestiones que se discuten en la asamblea general. Estas son algunas categorías de participantes que se deben tener en cuenta:

Reunir a las principales bases de apoyo no es suficiente en sí mismo: es muy importante dedicar tiempo y esfuerzo a la planificación, así como los recursos suficientes, para involucrar a las personas participantes durante la asamblea y escuchar de verdad sus voces y puntos de vista. Esto está estrechamente vinculado con las dimensiones tercera y cuarta que se describen más adelante.

Segunda dimensión: ¿Qué se debate?

En pocas palabras, ¿qué hay en el programa de trabajo? Elaborar y redactar el programa de trabajo de la asamblea general es algo más que preparar una lista de los puntos y resolver una larga lista de aprobaciones. Es indudable que el programa de trabajo debe incluir espacios para elegir los cargos de gobernanza y para revisar el desempeño y los planes de las entidades, pero las asambleas generales desempeñan otras funciones importantes más allá de la fiduciaria. También son reuniones de personas que comparten una pasión y un compromiso con el impacto en materia de derechos humanos. Las asambleas generales se rigen por las Metas Estratégicas y son una oportunidad para centrarse en el futuro, en lo que podemos cambiar o abordar para luchar en favor de los derechos humanos. Las asambleas generales son espacios de pensamiento estratégico para que, partiendo de la evaluación del año anterior, la entidad siga avanzando en su labor y continúe siendo pertinente y reactiva. Para ello, es importante comunicarse con la membresía y las principales partes interesadas con el objeto de elaborar un programa de trabajo que refleje la rendición de cuentas y el componente estratégico de la reunión.

En nuestro movimiento, tanto a nivel global como nacional, hemos creado comités preparatorios para ayudar a elaborar el programa de trabajo de la asamblea general. Los comités preparatorios están formados por varios miembros elegidos por la asamblea general, el presidente/a de ésta, un representante de la junta directiva y el director/a o su representante. El comité se encarga de elaborar los objetivos estratégicos y el programa de trabajo de la asamblea general, y de aplicar metodologías para que la toma de decisiones durante la reunión sea democrática y participativa.

Tercera dimensión: ¿Cómo se debate?

El modo en que debatimos las grandes cuestiones en nuestras asambleas generales es importante porque debemos asegurarnos de que se escucha la gran diversidad de voces y puntos de vista diferentes. Los esfuerzos para implicar a las personas adecuadas en la reunión se quedan en nada si no disponemos de formas inclusivas de trabajar que fomenten y faciliten su participación. Cumplir el compromiso de promover la inclusión en nuestras estructuras democráticas de gobernanza comienza por reflexionar sobre cómo se elabora el programa de trabajo, y sobre cómo se debaten las cuestiones y se toman las decisiones de manera participativa.

Hay muchas formas diferentes de organizar y facilitar el debate y la toma de decisiones en grupo, y pueden ser simples o complejas, divertidas o formales. En la siguiente lista se presentan posibilidades que ya han sido probadas en nuestro movimiento.

Los enfoques innovadores pueden encontrar cierta resistencia. Los comités preparatorios deben analizar los enfoques nuevos con los/las asistentes antes de la reunión para entender todas las preocupaciones existentes y fomentar la comprensión de las nuevas formas de trabajar. Es importante consultar a los/as participantes, y dedicar tiempo a presentar y explicar el valor y los procesos de los nuevos enfoques relativos al debate y a la toma de decisiones, con el fin de minimizar las confusiones que pueden obstaculizar los esfuerzos por hacer que la reunión sea más interesante, dinámica e inclusiva.

Cuarta dimensión: Fechas y duración

¿Cuándo tendrá lugar la asamblea general? ¿En abril porque siempre se ha hecho en abril? A veces, la legislación local o el estatuto de la organización tienen normas acerca de las fechas en que deben celebrarse las asambleas generales, pero éstas suelen ser flexibles dentro de un periodo determinado (por ejemplo, en el plazo de seis meses desde el final del año fiscal). Es importante que la asamblea general se celebre en un momento razonable desde el punto de vista organizativo, de manera que se presente toda la información pertinente y que las decisiones que se tomen tengan un efecto real. Esto implicará ajustarse al movimiento global (por ejemplo, los plazos de elaboración del presupuesto global, la Asamblea Global y las reuniones regionales), así como a los ritmos nacionales de planificación, ejecución de actividades y evaluación. La disponibilidad de las personas también es muy importante: por ejemplo, conviene evitar los periodos de exámenes, las épocas de vacaciones, los días laborables, etc.

La decisión sobre cuánto tiempo asignar a la reunión debe basarse en el tiempo necesario para llevar a cabo el programa de trabajo, en lugar de adecuar el programa al tiempo disponible. En todo el movimiento de Amnistía, la duración de las asambleas generales oscila entre dos horas y varios días. La duración de las reuniones debe derivarse de una planificación y reflexión cuidadosa en relación con los objetivos y resultados de la asamblea general. ¿Podemos alentar una mayor participación y obtener valiosos ahorros de costes si acortamos la duración de la asamblea general de dos días a uno? ¿Podemos ampliar la función y el papel que desempeña la asamblea general incorporando sesiones de formación y oportunidades de activismo, si alargamos su duración de dos horas a un día? Este es el tipo de preguntas en las que conviene pensar.

Las asambleas generales como espacios estratégicos

Las asambleas generales deben ser espacios para establecer un diálogo guiado por la visión y orientado hacia el futuro, que haga avanzar a la organización al tiempo que permite reflexionar sobre el año anterior y aprender de él. El mundo cambia rápidamente, y Amnistía como movimiento global necesita adaptarse para seguir siendo pertinente en la lucha en favor de los derechos humanos. Las asambleas generales son el espacio estratégico para entablar estos debates sobre las cuestiones en las que trabajamos y el modo en que trabajamos, a fin de generar un mayor impacto en favor del cambio en materia de derechos humanos.

Teniendo en cuenta las limitaciones de tiempo de una asamblea general, resulta fundamental centrarse en las cuestiones más urgentes y pertinentes. Aún más importante, los puntos presentados a la asamblea general deben estar dentro de sus atribuciones y su ámbito para la toma de decisiones. La asamblea general no debe debatir cuestiones que deberían decidirse en otras instancias del movimiento (como la Asamblea Global) o en otros órganos (por ejemplo, las cuestiones relacionadas con la contratación y el rendimiento del personal, que son competencia del director/a y de la junta directiva). Para establecer prioridades en las cuestiones que deben examinarse en la asamblea general resulta útil elaborar una matriz de asignación de prioridades que ayude a preparar el programa de trabajo; a continuación, y a modo de ejemplo, se presenta la matriz empleada en la Asamblea Global.

Para temas que no son competencia de la asamblea general, o que no son las más urgentes o pertinentes, puede haber canales alternativos disponibles en la asamblea general o fuera de ella: por ejemplo, una reunión abierta de la junta directiva antes de que empiece la asamblea general; el compromiso del director/a de examinar el asunto con las partes interesadas, dentro de un plazo acordado, después de la asamblea general; un procedimiento claro y efectivo para recibir y responder las dudas de la membresía a lo largo del año, etc.

Gestionar los conflictos en las asambleas generales: Buscar una solución de beneficio mutuo

En un grupo de activistas apasionados/as y comprometidos/as, los debates sobre el futuro de los derechos humanos y la función de Amnistía pueden ser enérgicos, encendidos y difíciles de gestionar y facilitar. Como organización de activistas, tenemos tendencia a buscar las dificultades y, a continuación, adoptar un enfoque de “resolución de problemas”. Como movimiento de membresía, esperamos —con razón— la oportunidad de exigir responsabilidades a quienes toman las decisiones, emprenden las acciones y asignan los recursos para el logro de las Metas Estratégicas. Esto nos motiva a centrarnos en lo que no funciona, identificar a quién o a qué se puede achacar y darnos a la tarea de tratar de corregirlo. Aunque esto pueda ocurrir en Amnistía, tenemos la capacidad de abordar los problemas desde un punto de vista colaborativo en el que los diversos enfoques relativos a cuestiones de derechos humanos y desarrollo organizativo sean bien recibidos, se analicen y se comprendan a fin de obtener un mejor resultado para superar nuestras dificultades. Nuestras asambleas generales deben dar prioridad al diálogo, al intercambio de ideas y a los métodos participativos con el fin de incorporar diversos puntos de vista. En consecuencia, la junta directiva debe valorar positivamente el escrutinio por parte de la membresía y facilitar un proceso para aprovechar al máximo la asamblea general. Para ello, las juntas directivas deben tener en cuenta las siguientes funciones y estar dispuestas a asumirlas:

El Grupo Asesor sobre Gestión de Conflictos nos recuerda que las diferencias son el factor subyacente en los conflictos. Sin embargo, éstas no deben rehuirse, puesto que una gran diversidad de puntos de vista y experiencias diferentes nos permitirá diseñar estrategias más sólidas y pertinentes, y generar ideas e innovación. Entender las diferencias es una de las claves para encontrar soluciones en la resolución de conflictos.

Uno de los mayores escollos a la hora de aprovechar el potencial positivo y generativo de los desacuerdos es confundir el problema (en lo que estamos en desacuerdo) con la persona (con la que estamos en desacuerdo), lo que puede derivar en:

Por todo ello, es importante tomar medidas positivas que eviten que el conflicto se intensifique. A continuación se presentan algunas maneras de hacerlo.

Como facilitadores/as de una asamblea general:

Como personas implicadas en un conflicto:

El informe Grassroots Governance: Governance and the Non-Profit Sector (2008) de la Asociación de Contables Generales Acreditados de Ontario ofrece los siguientes consejos a los miembros de las juntas directivas que afrontan las inquietudes y desafíos de la membresía: